Agitación (III) La Familia

El núcleo de poder de la familia socialista getafense lo integran apenas un reducido grupo de privilegiados. Muchos de ellos no han hecho méritos, simplemente lo son.
El matriarcado está fuera de toda duda, y en base a esa presunta experiencia o sabiduría se genera una autoridad que nadie debe -por su propio bien- poner en duda.
Todo “socialista” cercano a la familia que directa o indirectamente desafíe el statu quo, recibe un mensaje similar al que Michael transmitió a Fredo en El Padrino. A partir de aquí, solo cabe humillar, autoflagelarse públicamente y esperar el perdón. Dice Juan Carlos Cubeiro que el liderazgo consiste en poner en valor el talento de los demás. Esto no es liderazgo, no. Es sumisión.
En rigor, la organización política del partido que lidera el poder en nuestra ciudad se sustenta en una jerarquía basada en el miedo y la ridícula adulación, donde se premia al que hace chistes o ridículas imitaciones y se denigra a aquellos que visitaron círculos de opinión ahora enemigos del régimen.
Esta veneración a causa del terror genera políticos mediocres, cínicos del poder y presos de la nómina de fin de mes. El cínico, según Jorge Freire, “es aquel que va por la vida cautelándose de todos. Incapaz de una sonrisa franca, el cínico ofrece la mueca burlona de la claudicación”.
Esta política del terror mezclada con la Agitación vivida en los últimos meses, provoca el caos político, social y familiar. Porque cuidado, no solo ellos tienen familia.
Nassim Taleb argumenta en Antifrágil cómo obtener beneficios del desorden, los shocks, las incertidumbres y del estrés, porque lo antifrágil es inmune a los errores de predicción. Por el contrario, el propio Taleb advierte que “La variabilidad da lugar a errores y adaptaciones, y también nos permite saber quiénes son nuestros amigos”.
Las crisis nos ayudan a conocernos a nosotros mismos y a quienes nos rodean, y provocan un efecto liberador que nos eximen de reconocer, saludar, telefonear e incluso proteger a aquellos que de un modo u otro demuestran a diario su cinismo.
Tras la Agitación comienza una trepidante etapa donde todos asumimos un nuevo rol. Una nueva era basada en el Antifrágil, en la que nadie conoce a nadie.
Ya el sempiterno alcalde, Pedro Castro, saludaba a propios y extraños hace 40 años con un afable “¿qué tal, familia?”. Lo sigue haciendo… ¡Seguimos!
El matriarcado está fuera de toda duda, y en base a esa presunta experiencia o sabiduría se genera una autoridad que nadie debe -por su propio bien- poner en duda.
Todo “socialista” cercano a la familia que directa o indirectamente desafíe el statu quo, recibe un mensaje similar al que Michael transmitió a Fredo en El Padrino. A partir de aquí, solo cabe humillar, autoflagelarse públicamente y esperar el perdón. Dice Juan Carlos Cubeiro que el liderazgo consiste en poner en valor el talento de los demás. Esto no es liderazgo, no. Es sumisión.
En rigor, la organización política del partido que lidera el poder en nuestra ciudad se sustenta en una jerarquía basada en el miedo y la ridícula adulación, donde se premia al que hace chistes o ridículas imitaciones y se denigra a aquellos que visitaron círculos de opinión ahora enemigos del régimen.
Esta veneración a causa del terror genera políticos mediocres, cínicos del poder y presos de la nómina de fin de mes. El cínico, según Jorge Freire, “es aquel que va por la vida cautelándose de todos. Incapaz de una sonrisa franca, el cínico ofrece la mueca burlona de la claudicación”.
Esta política del terror mezclada con la Agitación vivida en los últimos meses, provoca el caos político, social y familiar. Porque cuidado, no solo ellos tienen familia.
Nassim Taleb argumenta en Antifrágil cómo obtener beneficios del desorden, los shocks, las incertidumbres y del estrés, porque lo antifrágil es inmune a los errores de predicción. Por el contrario, el propio Taleb advierte que “La variabilidad da lugar a errores y adaptaciones, y también nos permite saber quiénes son nuestros amigos”.
Las crisis nos ayudan a conocernos a nosotros mismos y a quienes nos rodean, y provocan un efecto liberador que nos eximen de reconocer, saludar, telefonear e incluso proteger a aquellos que de un modo u otro demuestran a diario su cinismo.
Tras la Agitación comienza una trepidante etapa donde todos asumimos un nuevo rol. Una nueva era basada en el Antifrágil, en la que nadie conoce a nadie.
Ya el sempiterno alcalde, Pedro Castro, saludaba a propios y extraños hace 40 años con un afable “¿qué tal, familia?”. Lo sigue haciendo… ¡Seguimos!